Hemos terminado de leer la obra de Clarice Lispector Felicidad clandestina en el espacio del Círculo de Lectoras de la Librería. La lectura suscitó interrogantes, así como asombro y mucha reflexión con respecto a situaciones narradas por la autora. En este blog, intentaremos hacer una mirada a su obra, partiendo de reconocer que el estilo literario de la autora se construye desde su propia subjetividad en donde las emociones juegan un papel fundamental, todo ello matizado con un lenguaje poético y simbólico.
En Felicidad clandestina, Clarice Lispector nos muestra otras formas de entender ese sentimiento, que es la felicidad, a veces efímera, invitándonos a esconderla, y amarla sin miedo ni razón alguna. La felicidad aparece en diversos escenarios del diario vivir, atravesando las cosas simples de la vida.
En este libro de 25 cuentos, Clarice nos lleva de la mano en su narrativa, poco a poco nos conduce hacia lugares comunes, con personajes variados; una niña, un bebé, una pareja joven o adulta, una empleada del servicio, una madre, una estudiante, un profesor. Se construyen las historias con objetos o elementos como el huevo y la gallina, el movimiento de las olas, entre otros.
Se suceden emociones indescriptibles: a partir de la desgracia es posible llegar a la felicidad, o desde una situación que causa gran sorpresa e ironía, tal vez desde la tristeza, el gusto, la rabia, la admiración o incluso la impotencia. En todas estas emociones está la felicidad. Pero esta felicidad que vamos reconociendo en su palabras no es la que desencadena una carcajada o una sonrisa, es una felicidad que causa extrañeza, asombro, que puede generar impotencia, o a veces crueldad.
En el cuento de El gran paseo, Mocinha, la protagonista es llevada de viaje , está convencida que estas buenas personas le darán un hermoso día de divertimento, lo cual le produce alegría puesto que saber que ella, vieja, pobre y que ha trabajado como empleada doméstica toda la vida va a poder disfrutar de un momento de recreación. Pero sucede todo lo contrario, una vez las personas llegan al lugar que es una casa de familia, le dicen que no la pueden tener más, que es mejor que se vaya, que no hay lugar para ella. Entonces comienza a deambular por la calle, ya con hambre y muy fatigada decide descansar cerca de una fuente de agua, no sin antes saberse asustada y desvalida. Aquí la escritora combina la situación con el sentimiento que produce el abandono aunado a la pobreza y a la vejez, la sorpresa de la protagonista al saber que, aunque se divirtió en el gran paseo, al final su vida se nubló y quedó en el limbo.
El cuento Felicidad clandestina, trata de una niña que busca la manera de conseguir un libro que le ha llamado la atención, se lo imagina con ella, abrazándolo, abriendo página a página las palabras que cree va a encontrar para satisfacer su curiosidad. Ella tiene una amiga cuyos papás tienen una librería, entonces le pide prestado el libro y ella le dice mentiras para evitarla, pero pronto se acaba la tristeza de esta niña porque la mamá de la amiga se da cuenta de la actitud de su hija y la obliga a darle el libro sin presionar su entrega. Se conjuga entonces, la felicidad con el tener lo deseado pero a la vez se hace evidente un ejercicio de justicia y reconocimiento.
Para Lispector, escribir sobre la felicidad, es darle forma a una sensación que aparece por instantes, en momentos breves; es como pintar los sueños, diseñarlos, armarlos y de pronto con un leve movimiento estirar los dedos y lanzar todo al vacío. Así pasa cuando Clarice Lispector desde sus narrativas nos toma de la mano, nos conduce a lo indecible en medio de la sencillez y monotonía de los días, en medio de lo simple, pero a veces tan complejo como el amor.
En Las desdichas de Sofía, la felicidad se cuenta desde los ojos de una niña de nueve años, en su relación con el profesor, los sentimientos que emergen frente a un adulto, tal vez por su apariencia física, tal vez por todo su conocimiento, o de pronto por la sabiduría que puede estar escondida cuando de reunir las tareas se trata. La niña escribe con el corazón, con el alma, con sus manos ávidas de tomarse el mundo y espera una respuesta de ese profesor a veces héroe y a veces extraño, o grande y feo, pero siempre importante para ella. El profesor la indaga, la cuestiona, la interroga. Y es en esa relación en donde aparecen el desconcierto, la candidez, o la ignorancia; también surgen las palabras que con desconfianza se nos figuran y nos llevan a imágenes con doble sentido. Pero es allí entre los intersticios y la obscuridad, que se fragua la felicidad, muy escondida , queriendo tener un lugar en la vida de una niña de nueve años sin madre y con un padre ausente.
Lispector con gran maestría hace de estas narrativas, historias de nunca acabar ¿cómo puede ser posible que la felicidad aparezca de sopetón, pero que junto a ella ocurra la desgracia? ¿cómo puede una escritora pincelar momentos de euforia, pero a la vez de impotencia y desazón? Son historias que como lectoras y lectores podríamos darles finales inimaginables, de felicidad o enojo, pero que casi siempre nos llenan, nos motivan a verla desde otros ojos y con otras miradas.
Un último elemento que merece ser tenido en cuenta, es la manera como Lispector dibuja la palabra, la que se lee como un poema, tiene música, cadencia, ritmo y todo ello se teje para mostrar lo sencillo de la vida, pero también lo complejo de una vida que inevitablemente y de muchas maneras nos sorprende.
María Isabel Martínez Garzón
Librería de Mujeres El Telar de las Palabras