El libro es uno de los puentes que nos permite acceder al conocimiento, a la información, y a la vez nos abre la posibilidad de saborear las emociones en ese juego de palabras propios de la literatura y la poesía. Cuando llega a nuestras manos un libro, no alcanzamos a imaginar el proceso que hay detrás, su historia y las huellas que se guardan en este camino de llegar a ser el texto que tenemos entre nuestras manos; primero las ideas, luego las palabras, luego su tejido de relatos, el diseño, la corrección, la diagramación y la edición. Lleva tiempo hacer un libro, implica energías, creatividad, disciplina y organización. Dar a luz un libro es todo un sendero habitado por la voluntad y dedicación de varias personas: escritor, corrector, editor, diseñador, diagramador, impresor, distribuidor y vendedor.
En el libro hay temas y géneros para todos los gustos, en él descubrimos la esencia de las palabras; lo inverosímil, lo real, lo ficticio, el suceso, la historia, el concepto, el texto, el contexto, la reflexión. Entonces, es la escritura, la que surge para ser memoria, para que no se pierda lo vivido o lo invivible, para seguir la evolución y el avance de la ciencia, para documentar los cambios o también los retrocesos. El libro en constante movimiento, en el devenir de la historia y la cultura, de lo humano y lo terrenal. El libro acompaña, divierte, entretiene, informa, comenta. El libro a veces nos traslada a mundos lejanos, países soñados, sociedades altruistas o esclavistas, lugares fantásticos o lúgubres.
El libro entendido así, tiene un sentido social y político cuando genera en sus lectores nuevas miradas, cuando transmite la cultura y cuestiona realidades, cuando es capaz de aportar a la escritura, a la palabra, a la creatividad y a la construcción de visiones coherentes y libertarias.
El libro es más que objeto cargado de palabras y portadas, su elemento clave o imprescindible es la escritura. Y hoy por hoy, la escritura se ha convertido en un medio para elaborar duelos, como trabajo terapéutico en casos relacionados con situaciones conflictivas producto de abusos o violaciones, o violencias físicas y psicológicas. Relatos que se convierten en testimonios y que son claves a la hora de exigir justicia. La escritura así se convierte en un catalizador que deja una impronta y que también sana desde un proceso colectivo y democrático.
Para la librería, ese rincón que hoy estamos compartiendo, los libros que llenan nuestras estanterías son los que escriben las mujeres, su escritura y sus textos nos aproximan, nos acercan o nos alejan de lo superfluo, lo banal, lo nimio. Cada libro es un mundo, una vida que se fue construyendo a veces desde las emociones, a veces desde la historia, otras desde el conocimiento, más allá de eso está el drama, el mito, la vida que se cuela en los intersticios de la mente, del pensamiento y de la razón.
Por eso, leer a mujeres, es leernos entre comillas, entre bastidores, es descubrir otras maneras de interpretar esas múltiples realidades que a veces nos aprisionan y se nos quieren quedar en el alma. El Telar de las Palabras el espacio que honra a las escritoras, las promociona, las enaltece, las expone y les da un lugar en la creación literaria en la que las nombra y dignifica.
María Lucía Rapacci Goméz
María Isabel Martínez Garzón