El verbo castellano “leer” proviene del latín legere,
y éste, a su vez, del griego ληγω, que significa “decir algo con sentido”.
Tal como aparecen en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
Para la Librería de Mujeres: El Telar de las Palabras, la lectura es un espacio de encuentros, de búsquedas y de construcción de significados; cuando leemos afirmamos la existencia y le damos sentido a la vida propia y a la de todas aquellas mujeres, que con sus historias se deslizan entre renglones, hojas y libros. Aunque la lectura es una experiencia subjetiva, silenciosa e íntima, para nosotras, en el CLUB DE LECTURA, hacerlo en voz alta, y en compañía de otras, resulta gratificante; nos permite e invita a leer despacio, orientadas por la intención de comprender y disfrutar aquello que se está leyendo.
Cuando leemos en voz alta conversamos e intercambiamos nuestras ideas y emociones, apreciamos las pausas y los tonos, nos damos la oportunidad de fijar nuevamente la mirada sobre algunos párrafos que nos conmueven, nos detenemos en los detalles que inquietan; caminamos despacio con cada una de las historias que escuchamos, dejándonos tocar por el infinito mundo que nos traen; es así como la lectura se transforma en un acto creativo, pues nos invita a imaginar otros mundos.
A través de la lectura hemos aprendido a comprender las tramas de la vida de otras y otros haciéndonos parte de ellas, transformando nuestras percepciones, sentires y acciones; leer en voz alta entonces se convierte en un ritual, como lo explica Meghan Cox en su libro The Enchanted Hour (Harper): “El tiempo que pasamos leyendo en voz alta no se parece a ningún otro. Una milagrosa alquimia sucede cuando alguien le lee a otra persona, una alquimia que convierte las cosas ordinarias de la vida ‒un libro, una voz, un lugar donde sentarse y un poco de tiempo‒ en un alimento increíble para el corazón, la mente y la imaginación”.
La lectura en voz alta al requerir la presencia, la voz, y la escucha de otras, nos regala hospitalidad, y tejido común, siendo una forma de encuentro, de convocatoria, de cuidado, que nos enseña a considerar aspectos como el tono de la voz, la postura, la dicción, la vocalización, el ritmo, los signos de interrogación, la pausa, puesto que leemos a otros, pero sobre todo leemos con otros y otras; afinar, vocalizar, darle simetría, color, contextura a lo que estamos transmitiendo resulta un aspecto central
Se trata entonces de recuperar la lectura en común y en voz alta para continuar ampliando nuestro mundo de experiencias maravillosas, y encendiendo la imaginación que nos conduce sin lugar a duda en este viaje hacia el corazón.
“Para leer, hace falta decisión, generosidad y un buen texto en la mano” (Mempo Giardinelli).
María Lucía Rapacci Goméz
María Isabel Martínez Garzón