Algunos apuntes sobre la existencia de una literatura de mujeres en la Edad Media1Historia de las mujeres. Tomo 4 La Edad Media. Huellas, imágenes y palabras. Bajo la dirección de Georges Duby y Michelle Perrot. Taurus Ediciones
Es válido reconocer siempre y en cada momento ese aporte grandioso de las mujeres a la literatura. ¿Cómo romper con imaginarios que daban cuenta de un completo olvido, de una no existencia de mujeres escritoras en las distintas épocas de la historia? Por ello hacer una mirada histórica a este asunto nos permitirá darle un lugar muy sentido a las que con su pluma, inteligencia, sabiduría y conocimiento llenaron de prosa y contenido obras literarias maravillosas, y que no fueron tenidas en cuenta a la hora de hacer análisis y adentrarnos en el mundo de la literatura.
En aras de reivindicar y reconocerlas, mencionamos aquí algunas que incluso desde antes de la Edad Media ya ejercían como escritoras.
Christine de Pizan (Venecia 1364 – 1430) filósofa, poeta, humanista y escritora, de nacionalidad francesa, fue la primera mujer en afirmarse en su identidad como autora y en dase un lugar en el campo de las letras. Es la primera feminista de las letras francesas. Si se mira la época entre 1395 y 1405 no debió de ser nada fácil para ella definirse desde la escritura, escribir desde las mujeres generaba ya de por sí extrañeza, y, sin embargo, fue la más conocida de las escritoras laicas del medioevo. Pero hubo momentos en los que la escritora se lamentaba y con enfática resolución se expresaba así:
“¡Ay! ¡Dios mío! ¡Por qué no me habrás hecho nacer varón, para que mis inclinaciones se pusieran a tu servicio, no errar en nada y tener esa gran perfección que los hombres dicen tener!” (La ciudad de las damas).
Tal vez era una forma de entenderse como escritora y de ir definiendo su palabra en esa relación con Dios, a manera de explorar en la escritura su racionamiento e inteligencia. Pero también quería ir más lejos, por ejemplo, en La ciudad de las damas, su obra más conocida, la posición de la mujer se evidencia en el dominio jurídico, en el manejo del latín y del griego, y en cuanto a las guerreras, las describe cultas y de grandes saberes. En esta obra, la palabra de las mujeres a veces se tornaba ruda: “¡Quieres huir, hijo mío! ¡Entra entonces en el vientre que te ha llevado dentro!”, le dice su madre a Teodorico quien conduce el ejército de Constantinopla, para eliminar su cobardía. Christine demuestra así que la inteligencia de las mujeres es mucho más profunda.
A Christine le interesa la “constitución material de sus libros” y con ello su ejercicio como escritora. Su voz se hace oír en escritos filosóficos, políticos, religiosos, en algunos de los cuales, desarrolla una gran capacidad lírica. Su entrega por la escritura la lleva a considerar su gusto por el estudio y la vida solitaria. Se confirma así, en muchas de sus obras, el conocimiento de los límites impuestos a su sexo, al cual ella quiere trascender.
“Que no se me acuse de sinrazón, arrogancia o presunción por osar, yo, mujer, oponerme y replicar a un autor tan sutil, ni de recudir el elogio debido a su obra, mientras que él, solamente hombre, ha osado difamar y acusar sin excepción a todo el sexo femenino2Historia de las mujeres. Tomo 4 La Edad Media. Huellas, imágenes y palabras. Bajo la dirección de Georges Duby y Michelle Perrot. Taurus Ediciones. Página 101.
Ya Felipe de Novara, historiador medieval, guerrero, músico, diplomático, poeta y abogado, peo además misógino de pensamiento y razón; daba a entender que las mujeres no estaban listas para escribir: “A la mujer no debe enseñársele a leer ni a escribir”, lo cual cabe suponer que las mujeres al escribir se convertían en peligrosas y que por supuesto esto generaba temor y miedo. Muy a pesar de Felipe de Novara, vale la pena resaltar escritoras en esta época del medioevo: Hidelgarda de Bingen, Beatriz de Nazaret, Hadewijch, Mechthild de Magdeburg, Marguerite d´Oingt, entre otras. Estas mujeres ocuparon un lugar en la literatura y en la lengua vernácula, pero además estaban comprometidas desde lo espiritual, mujeres escritoras conscientes de sí mismas, que, aunque difunden “la verdad de Dios”, también le apuestan a una relación pedagógica.
Sí, las mujeres se atrevían a hacer uso de la palabra, lo cual debió ser para ellas motivo de preocupación y tal vez para hacerse un lugar en el mundo de las letras, no ostentaban su inteligencia, al contrario, se amparaban en situaciones de humildad, para no despertar ese dedo acusador que les cohibía y las colocaba muy por debajo de su propia condición. Y así entre la modestia y la humildad construían su esencia como escritoras, lo hacían en secreto, a escondidas, de manera furtiva, a veces destruyendo el trabajo ya redactado, pero eran muy conscientes de escribir para llegar a un público.
Tenemos entonces la literatura espiritual en donde las mujeres hablan de sus experiencias místicas, está la literatura femenina salida de los monasterios. Parece ser que la relación con la escritura se encuentra mediada por esa dimensión espiritual, se reconoce así una cultura literaria y religiosa, en donde las mujeres saben hacer uso de la palabra y consignarla. Eran mujeres que leían y difundían la literatura piadosa. Se reconoce también, que estos escritos han salido del contacto o la relación con un confesor quien invitaba a la escritura.
Frente a esto la situación de la mujer con la escritura resultaba compleja, cabe recordar que las mujeres fueron excluidas de la formación universitaria, sólo las religiosas y las seglares tuvieron acceso a una formación cultural. Mientras que, en Italia, las mujeres tenían un lugar en la vida intelectual humanista, pertenecían a una élite e iban ocupando un lugar en el ámbito de lo público, eran demasiado conscientes de su ser como mujeres y enfrentaban así el peso de una identidad sexual difícil de asumir, muchas de estas mujeres eran jóvenes y se exponían a las burlas y críticas de otras mujeres.
Por todo lo anterior, se hace necesario el contar con información y documentación histórica que ilustre cómo era la situación y la condición de las escritoras en la Edad Media, como una forma de entender esa poca valoración e invisibilización en el ejercicio de ser escritora.