Sobre el Círculo de Lectura

El círculo de lectoras es un espacio que se enriquece por la lectura que nos ha permitido acercarnos al mundo de las escritoras mujeres, para comprender cómo fue el proceso creativo a partir de sus escritos, historias de vida, sus temas, y todas las implicaciones de la creación femenina inmersa en un mundo hetero-patriarcal.

En el Círculo leemos a mujeres, no porque celebremos la segregación sino porque reconocemos que lectoras y escritoras, tenemos en común el mundo de la experiencia en el que se conjugan historias, a veces personales o a veces colectivas, que nos identifican desde la condición de ser mujer y que en esa reflexión podemos trascender a otros lugares o espacios de fantasía y ficción fabricados por otras mujeres.

Este Círculo se compone de mujeres diversas en edades, en miradas, en posturas y en experiencias, así en el encuentro del círculo, nuestro compartir será heterogéneo, plural y enriquecido por estas vivencias individuales.

Aquí no importan los títulos académicos, importa el tiempo compartido durante el encuentro. Nuestras musas de inspiración, esperamos no sean las de siempre. Leemos en conjunto, así como cada quien por su propia cuenta. Nos encontramos bajo la idea de compartir lo que leímos, lo que sentimos, lo que experimentamos. Acordamos de entrada, la diversidad entre nos y por tanto, el respeto por la opinión de la otra, pero tampoco dejaremos que ninguna se apropié para siempre de la palabra.

 

Que pretendemos con el Círculo de lectoras

Contar con un espacio de enriquecimiento literario y político a partir de la lectura y el análisis de obras escritas por mujeres y que esté conformado por mujeres y a veces por hombres sensibles a las cuestiones de las mujeres. E círculo se reanudo el pasado 16 de julio con el libro Felicidad Clandestina de Clarice Lispector.

 

Cuando Leer Es El Signo

He vuelto a leer. He vuelto a leer como cuando era una niña y leía todo lo que caía en mis manos. He vuelto a sacar el libro en el metro, mientras espero a mis amigos, y a volver a casa con paso acelerado para adelantar el momento de seguir leyendo. He vuelto a hablar de libros con un entusiasmo verborreico difícil de contener. 

Clara Lis

Sumergirnos en el más dulce de los placeres como es la lectura es adentrarnos a mundos maravillosos, desconocidos y a veces utópicos, es recrearnos con los personajes, sus vidas, esos pensamientos que recorren las historias a veces de dramas, o de cotidianidades o de historicidad o incluso de suspenso, dolor o muerte.

Leer, esa experiencia de encuentro con la palabra escrita, leer en silencio, a veces en la soledad, entre las sábanas o en cualquier lugar que nos preste la vida, que nos dé el momento. Leer… apartar el párrafo, subrayarlo, memorizarlo, mantener la idea, revisarla, insinuarla, compararla y recrear la vida con esas historias.

Leer como hábito, como práctica, como ejercicio, como el todo y a veces la nada. Leer con rabia, con miedo, con nostalgia, con desespero, con dolor; pero también con audacia, osadía y aventura.

Pero si de lecturas se trata, leer a escritoras mujeres es trascender, es innovarse, es recrearse, es inventarse y a veces entre la locura de las palabras y la realidad como lectora se trastocan los sentidos, se invierten los papeles y en ocasiones puede suceder que nos creamos ser algún personaje o incluso nos creemos la autora, porque invadió espacios y personas, es entonces cuando las palabras revolotean entre las conversaciones o más bien las charlas con las amigas, las historias de esa lectura se nos quedan amañadas en algún rincón de la vida que nos tocó.

Cuando leemos a mujeres nos llegan olores, lugares, espacios, narraciones de la vida o de otras vidas, o de las otras o incluso los otros; leer salva, mejora la mirada, el brillo de las manos o la forma de caminar. Ya no se es la misma, las autoras, las escritoras se han encargado de mostrarnos vidas, estilos y formas de caminar por el mundo. A veces en mis desmanes por descubrir a las autoras, espío sus vidas, sus tristezas, sus monólogos y como sea me sumerjo entre los párrafos y me invento dramas como salidos de jardines espesos con barrios que huelen a naranjo y casas extrañas donde reinan los silencios.

Leer entre líneas, leer en los parques, leer en las madrugadas, soñar entre letras, inventarse escaleras de libros, estantes repletos de literatura y poesía, de aquello que escriben las mujeres, las que han escrito y las que escribirán. Leerlas por simple pasión, tal vez en un amaño de complicidad deshojar los párrafos, abrir postigos, desmadejar portadas y asirnos de la mano de las poetas, las literatas, las escritoras y volar con ellas a sus mundos a sus vidas a sus dramas a sus soledades o nostalgias.

Por que como dice Nerea Aguado “A mí me han negado a muchas mujeres en mis años de estudiante. Me negaron a toda la generación del 27 (Ernestina de Champourcin, Concha Méndez…), me negaron a Virginia Woolf, me negaron a Christine de Pizan, casi me niegan a Gloria Fuertes y, por suerte, me descubrieron a S.E. Hinton y a las hermanas Brönte. Y me niego a que me las nieguen más. Quiero equilibrar, quiero abrir todas las puertas que me cerraron por negarlas. Si esto hubiera ocurrido con libros de una ideología concreta, se hubiera hablado de censura. Pero solo se ha silenciado un género. Bueno, pues yo no quiero censurarme más”. 

Por eso aquí estamos otra vez naciendo como lectoras, en grupo, en equipo invocando a las diosas, a las magas a las brujas para que entre palabras y café nos reinventemos.