Algunas reflexiones acerca de la lectura en voz alta de Una habitación propia

 

“Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria.

Como mujer, mi patria es el mundo” – Virginia Woolf

 

Una habitación propia, de la escritora británica Virginia Woolf (1882 – 1941), nos remonta al siglo pasado (1929), es un viaje sorpresivo y quizás doloroso en donde somos testigos de las circunstancias en las cuales ha trascurrido la vida de las mujeres. Sentir la raíz de miles y miles de situaciones que se han tenido que sortear y transformar a lo largo de los tiempos desde diversos motivos y escenarios

Su insistencia con respecto a que las mujeres cuenten con dinero, tengan un espacio propio tanto físico como metafórico para reflexionar, nos hace ver de manera reiterada la importancia de que las mujeres escribamos, seamos leídas, y por lo tanto entremos a hacer parte de las conversaciones sobre arte, ciencia, literatura.

Las preguntas que formula a lo largo del texto ¿por qué los hombres beben vino y las mujeres agua?, ¿por qué un sexo es tan próspero y el otro tan pobre?, ¿cuáles son las condiciones necesarias para la creación de obras de arte?, ¿por qué los hombres escriben sobre las mujeres, pero las mujeres no escriben sobre los hombres?, ¿por qué son pobres las mujeres? Se convierten una vez más en una invitación para explorar los orígenes de las desigualdades que vivimos, y de igual forma nos reta a salir, crecer, escribir, leer y habitar nuestro propio espacio con completa libertad.

Indagar sobre el sentido y todo lo que conlleva la relación “mujeres y literatura”, es una oportunidad para considerar los contextos culturales, políticos, sociales y hasta religiosos en los que han interactuado las escritoras a lo largo de los siglos; la historia, aquella que no registró a las mujeres en su papel de hacedoras de la palabra, nos señala cómo han sido invisibilizadas y menospreciadas de muchas maneras.

En Una habitación propia, Virginia Woolf; describe los ambientes hostiles en los cuales sucede la vida de las mujeres y paradójicamente afirma que “las mujeres han ardido como faros en todas las obras de todos los poetas desde el principio de los tiempos: Clitemnestra, Antígona, Cleopatra, Lady Macbeth, Fedra, Crésida. Rosalinda, Desdémona…”, todas ellas, mujeres con personalidad, heroicas, importantes, son mujeres que viven en la literatura; no obstante, en la vida real de esa época y según el profesor Trevelyan “las encerraban, las apaleaban y las arrastraban por el suelo”.

Surgen entonces varios interrogantes sobre los focos temáticos; qué escribían las mujeres, para qué o para quiénes lo hacían, a dónde irían a parar sus escritos, qué pasaba y qué las motivaba a ejercer este difícil rol en ambientes cargados de misoginia y discriminación. Aparecen también otras preguntas: ¿En qué condiciones vivían las mujeres de la época? ¿qué tiempo destinaban para esta labor escritural? ¿Qué temas tocaban, qué historias, qué contenidos?

Es en este marco donde Virginia Woolf, destaca la importancia del dinero para el ejercicio de la autonomía y por lo tanto valora las posibilidades que se despliegan cuando se cuenta con la independencia económica, sumado a ello, el que puedan gozar del derecho a la educación, al conocimiento, a la información; estos serían los pilares que permitirían a las escritoras, ampliar su trabajo literario de manera creativa, artística y permanente.

María Lucía Rapacci Gómez

María Isabel Martinez Garzón